21 de mayo de 2015

Elegido



Tras la cena y como en cada noche de plenilunio me dirijo hacia la casa del adepto a quien las runas han marcado. Debido a  la oscuridad me pierdo, llego retrasado y la logia ya está reunida. Parecen tan altaneros por nuestra sagrada misión que me esfuerzo por esconder mi furia, mi frustración sin límites y mi desprecio.

Han degradado nuestras creencias y todo aquello que fuimos. El miedo y la vanidad, con los años, han horadado sus almas y los han convertido en títeres de su orgullo. Simulan seguir sin fe los arcanos ritos y, con las habituales trampas, me designan una vez más como el elegido.

Podría desenmascararlos, gritarles mi odio y, como un espejo, enfrentarlos con su terror. Sin embargo callo, no agotaré mis palabras en la imposible tarea de redimirlos. Me sé el último creyente y con un portazo emprendo el camino.

Me dirijo, sin otra luz que la luna, hacia esa, la que semeja una enorme colina. Me apuro para que no me sorprenda el amanecer y tropiezo con montículos de polvo, lajas que parecen escamas de piedras y huecos que doblan mis tobillos. Todo se confunde en mi mente, pues cada mes parecen estar en otro lugar.

Por fin encuentro la gruta sagrada como una boca aún más negra que la oscuridad que la rodea. No pienso tentar a la suerte encendiendo una antorcha para iluminarme, de modo que, ciego, empiezo mi designio de limpieza.

Tanteo las estalagmitas que parecen aguzados colmillos, los  cepillo con cuidado y, aunque el hedor de la carne corrupta me asquea, tiro fuera cada trozo que resta. Son las ofrendas debidas a ese dios poderoso. También encuentro el metal aplastado, las espadas herrumbradas y las lanzas carcomidas. Todo fuera ¡Fuera!, este es el recinto que cuido y debe estar limpio.

Un susurro de viento me paraliza asustado y me abrasa como si fuera el aliento del diablo. He terminado justo a tiempo, salgo despavorido con el alba que raya el horizonte y dos hogueras amarillas se encienden, somnolientas, como ojos que vigilan.

Cuando regreso, inmerso en la niebla de la mañana, en el camino me rebelo, rompo los cánones y miro, valiente, a mis espaldas. La colina despereza sus alas membranosas y la cola culebrea alta en el aire. Entre sus dientes de navaja se escapa y ruje el fuego sagrado de su pecho y la bestia divina echa a volar buscando su eterno alimento.


Carlos Caro

Paraná, 14 de julio de 2015

Descargar PDF: http://cort.as/VKBz


3 comentarios:

  1. Excelente relato, Carlos. Me parece muy acertado que lo hayas narrado en presente. Da la impresión de que lo estuvieras narrando con una cámara. Mis felicitaciones y un abrazo

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  2. Es una manía mía el narrar todo en presente y en primera persona. Siento que no puedo transmitir tan bien vivencias o sentimientos en otra, me imagino testigo y no me involucro. Gracias, un beso.

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  3. Un relato tan vivido y pujante, que hace que uno"vea" lo que las descripciones, dicen!!. La contextualización y el vocablo seleccionado,crean en este relato la "atmósfera" precisa y neceasria para darle el efecto de verosimilitud deseado. Un excelente relato!!

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