10 de junio de 2015

Hechizo para mi alma



Enfermo, mi entorno se estrecha cada día en gotas que al caer infinitas, horadan mi substancia. Sin embargo, mi mente porfía, se expande y justifica mi existencia. Donde no pueden ya llegar mis pasos, ella lo imagina y recorre. También ha abierto las puertas de la memoria y vuelvo a sentir cada momento de dicha.

Viejo y agotado, descubro con sorpresa y agradecimiento un universo de ideas allí, pero no me equivoco, mi carne está rota y aniquilada. Lo único que la mantiene unida es mi alma. Ella presiente el final de su prisión e intenta escapar, puja cortando los puntos que mantienen unidos los bordes de mis heridas. La muerte le ha dejado oler su aroma de eternidad y quiere cruzar el último umbral. Me creí preparado. Mas el dolor y la agonía de abrirme para liberarla me atemorizan. Cada ataque me ahoga, el corazón se dispara y el pánico me obnubila haciéndome creer que la dama de negro vela y sostiene mi mano. Luego, más tranquilo, desaparece solo imaginada. La Biblia, el Corán y el Buda no me han servido, tampoco el Majabhárata o el Talmud. Todas son letras que han intentado explicarlo durante la historia. Esa, mi alma, que ha instruido a mi conciencia, me resulta tan conocida por ello que la confundo, la enredo y la vuelvo a enamorar de la vida. Mi vida.

Cierro los ojos y hecho volar con plumas de colores en un cielo diáfano; la hago caminar y bailar sobre un rayo de sol; mas adelante, lleno el paisaje con nubes de algodón y rebotamos de una en otra hasta que las enojo con rayos y truenos para poder ofrecerle, desde mi memoria, el mejor arcoiris después de aquella refrescante lluvia. Nos deslizamos por él como por un tobogán y terminamos tendidos en el césped de un prado lleno de pequeñas flores azules.

Allí, le cuento de mi infancia llena de raíces arrancadas de cada lugar donde se afincarían mis padres, de compañeros de las diferentes escuelas primarias que la fantasía confunde entre las fotos, de mi adolescencia afiebrada, pero que escondía mucha soledad elegida para reflexionar. De cuando conocí la pasión, le recuerdo cómo el mundo se hizo maravilloso y mágico. La infinitud duraba lo que un beso y un suspiro delataba al anhelo. También le relato cómo un día se transformó en amor, duro como el cristal para soportar los golpes del tiempo, inextinguible y trascendente en mis hijos y nietos.

Mi voz ha sido un arrullo que como un embeleso desvía la atención del alma de la mortalidad. Aunque no conozca por qué ¿Qué otra razón habría para su encarnación que no fuera el aprender? Termino el encanto tentándola con nuevas experiencias para los años venideros.

Siento que me mira somnolienta y, benevolente, parece asentir. Su eternidad no notará si la retoma un poco más tarde.


Carlos Caro
Paraná, 18 de mayo de 2015
Descargar PDF: Descarga





No hay comentarios:

Publicar un comentario